Vivimos en un mundo que nos empuja «hacia fuera». Un mundo lleno de estímulos donde estamos constantemente expuestos a una avalancha de información, solicitudes, ofertas, opiniones y entretenimientos que compiten por nuestra atención. En el ambiente laboral, el ritmo acelerado, la presión por resultados, la competitividad, la complejidad y la incertidumbre de los escenarios, exigen cada vez más de nosotros. Nos sentimos frecuentemente ansiosos, estresados, insatisfechos, frustrados, confusos, perdidos y vacíos…
Fácilmente perdemos el sentido de lo que hacemos, del porqué lo hacemos y del para quién lo hacemos. Nos volvemos muchas veces dependientes de la aprobación, del reconocimiento, de la comparación y de la competencia con los demás. Enfocados en el hacer y en el tener, nos sentimos desconectados de quiénes somos y de lo que realmente es importante para nosotros.
Esta realidad es fácilmente reconocida por muchos y empezamos a tomar conciencia de sus consecuencias y a buscar una «salida» para sentirnos mejor, más felices, más sanos, más «vivos». La búsqueda de una «salida» rápida nos lleva frecuentemente a recurrir a factores que enmascaran el sufrimiento como el alcohol, las drogas u otras sustancias adictivas. Nos lleva también a la búsqueda de soluciones «externas» que muchas veces no integramos, acumulando información a través de cursos, técnicas, libros, «gurús»…
Thich Nhat Hanh, maestro Zen y activista por la paz, nos propuso otro camino, refiriendo que: «La salida está dentro». Esto significa que la solución a nuestros problemas y desafíos, sean ellos personales o globales está, en primera instancia, dentro de nosotros mismos.
Thich Nhat Hanh sugiere que el camino es hacia dentro: en vez de buscar soluciones externas para nuestros problemas internos es fundamental hacer una pausa, reconectarnos con nosotros mismos y con el momento presente. A través de la práctica de Mindfulness, Thich Nhat Hanh nos invita a dejar de huir de nuestro sufrimiento y a enfrentarlo con conciencia y compasión.
Él ilustró este enseñanza usando el ejemplo de un árbol. «Cuando miramos un árbol durante una tormenta, vemos que sus ramas y hojas se balancean violentamente hacia adelante y hacia atrás con el viento. Tenemos la impresión de que el árbol no será capaz de resistir a la tormenta. Como el árbol, a veces nos ponemos muy agitados o irritados cuando encontramos dificultades, pero si miramos más profundamente, vemos que al mismo tiempo que las ramas y las hojas se balancean, una parte del árbol está sólida, inmóvil y profundamente enraizada en el suelo. Esa parte del árbol no es afectada por la tormenta. La tormenta representa nuestras condiciones externas, nuestras circunstancias, nuestro ambiente. Las ramas y las hojas representan nuestros pensamientos y nuestras emociones. El tronco y las raíces representan nuestra verdadera naturaleza, nuestra esencia, nuestra estabilidad. No podemos controlar la tormenta, pero podemos controlar cómo respondemos a ella. Podemos aprender a ser como el tronco y las raíces del árbol, calmados y fundamentados en nosotros mismos, para así poder enfrentar mejor el contexto desafiante en que vivimos.»
Es importante notar que a veces este «camino hacia dentro», aunque necesario, puede ser demasiado exigente y no debe hacerse solo, aconsejándose un acompañamiento cuidadoso y especializado. También es importante resaltar que «caminar hacia dentro» no es un acto egoísta, al contrario. Es una forma de autocuidarnos y autorregularnos, para así estar más conectados con nosotros mismos y con los demás, cultivando presencia, gratitud y compasión. No enmascarando la realidad, sino preparándonos para enfrentar la vida tal como es.