Una mañana, un anciano paseaba por la playa cuando observó a un niño que recogía algo que estaba en la arena y lo tiraba al mar.

Mientras se acercaba, el hombre se dio cuenta de que el niño estaba arrojando unas estrellas de mar varadas que habían llegado a la playa, de vuelta a las olas del mar.

Acercándose al niño, el hombre le preguntó qué estaba haciendo.

“Las estrellas de mar morirán si todavía están en la playa cuando salga el sol”, respondió.

Perplejo, el anciano dijo: “¡Pero esto es inútil! Hay innumerables kilómetros de playa y miles de estrellas de mar. No importa cuántas vuelvas a poner en el agua, no supondrá ninguna diferencia”.

Imperturbable, el niño se agachó, recogió otra estrella de mar y la arrojó al mar. «¡Le importa a ésta!«, dijo.