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¿Qué nos dice la neurociencia sobre la práctica de mindfulness?

La investigación muestra que alrededor del 50% de nuestro tiempo despierto estamos divagando. Una de las razones por las que eso sucede es porque nuestro cerebro tiene una red neuronal de funcionamiento en modo predeterminado.

El concepto de “red de modo predeterminado” se desarrolló después de que los investigadores notaron inadvertidamente niveles sorprendentes de actividad cerebral en participantes experimentales que se suponía que estaban «en reposo», por lo que no estaban involucrados en una tarea mental específica, sino simplemente descansando en silencio. Es la red involucrada en planificar, soñar despierto y rumiar. También se le llama «circuito narrativo» porque también se activa cuando piensas en ti mismo y en otras personas (agregando historias).

La red de modo predeterminado es útil porque está involucrada en nuestra memoria y nos ayuda a crear un modelo del mundo y a predecir el futuro a partir de eventos pasados.

Pero también tiene sus inconvenientes. Investigaciones recientes han asociado la red de modo predeterminado con infelicidad, depresión, ansiedad, esquizofrenia, trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y la enfermedad de Alzheimer.

¿Cómo la práctica continuada de mindfulness cambia el cerebro?

Existe evidencia de que la meditación de mindfulness provoca cambios en la estructura y función de las regiones del cerebro involucradas en la regulación de la atención, la regulación emocional y la autoconciencia.

Un ejemplo es la investigación desarrollada por la Dra. Sara Lazar. Su equipo utilizó un grupo experimental que tuvo una intervención de meditación de atención plena de 8 semanas y un grupo de control sin ella. El equipo estudió las diferencias en la cantidad de materia gris utilizando técnicas de neuroimagen de resonancia magnética funcional. Los resultados mostraron que, a diferencia del grupo de control, el grupo que practicó mindfulness reveló un aumento de materia gris (en comparación con su propia línea de base antes del entrenamiento) en cuatro regiones cerebrales diferentes:

  • el cíngulo posterior (asociado con la distracción mental y la relevancia personal)
  • hipocampo izquierdo (aprendizaje y memoria)
  • unión temporo parietal (ayuda con la empatía y la compasión)
  • protuberancia (ayuda en la comunicación entre el tallo y la corteza, así como en el sueño).

Los resultados también demuestran una disminución de la materia gris de la amígdala, el área del cerebro conectada con el miedo y el estrés percibido. Estos cambios en la estructura del cerebro son coherentes con el feedback ofrecido por los participantes que describieron tanto un aumento en la calidad de vida como una disminución en la ansiedad y el estrés, la distracción mental y el insomnio. También se ha medido el nivel de cortisol (la hormona del estrés) y se han encontrado niveles más bajos de cortisol en aquellas participantes de estudios con una práctica de mindfulness.

¿Cómo cambia el cerebro?

Hace algunos años se pensaba que nuestro «cerebro de niño» se desarrollaba hasta alcanzar un límite de desarrollo, como un máximo, y luego empezaba a decaer. Sin embargo, hoy en día sabemos que no es así.

Nuestro cerebro tiene la capacidad permanente de cambiar su forma y función mediante un fenómeno llamado Neuroplasticidad. Esto significa, por ejemplo, que la materia gris puede engrosarse o encogerse y que las conexiones entre neuronas pueden fortalecerse o pueden crearse nuevas conexiones. Esto también significa que la estructura y activación de nuestro cerebro cambia, y se puede cambiar a voluntad, según las experiencias que tengamos o incluso el entrenamiento que realicemos.

Estos mismos tipos de mecanismos que podemos usar para desarrollar nuestra memoria o aprender nuevos lenguajes, también podemos usarlos para entrenar nuestra atención y promover nuestro bienestar. Y esto es lo que hacemos con la práctica continuada de mindfulness.

“Repite esos comportamientos que son saludables para tu cerebro y rompe con aquellos comportamientos y hábitos que no lo son. Practica porque practicando construyes el cerebro que quieres”

Lara Boyd, PhD, Universidad de British Colombia

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