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Vacaciones: del estrés a la calma

Esperamos las vacaciones con entusiasmo. E incluso con cierta ansiedad. Sentimos que por fin tendremos la oportunidad de parar. Tener tiempo para nosotros y los nuestros. Disfrutar de ambientes más tranquilos y relajados. Olvidarnos del trabajo por unos días. Dedicar tiempo a lo que nos gusta: leer, nadar, descansar, estar con amigos…E incluso, eventualmente, comenzar esa actividad que tenemos planificada para momentos más tranquilos: ejercicio, meditación, organizar la casa… De alguna manera, las vacaciones suelen incluir una expectativa de soltar el estrés y crear momentos de mayor relajación, descanso y calma.

Creo que la gran mayoría de nosotros nos damos cuenta de que este proceso no es fácil. Para algunos, las vacaciones nos ponen en entornos con otro tipo de retos: niños en casa, contacto con familiares o ambientes que nos provocan ansiedad, viajes, retos económicos, imposibilidad de conciliar las vacaciones familiares… Incluso si disfrutas de un contexto vacacional más favorable y placentero, no es fácil pasar de un estado al otro y “desconectar” de repente del trabajo y las preocupaciones.

No existe una solución milagrosa. Poder detenerse y disfrutar cada momento con presencia y mayor conciencia es algo que se cultiva y se entrena. Y no solo en las vacaciones. Pero sin duda podemos elegir aprovechar la oportunidad para practicar diferente y hacerlo de una manera más intencionada.

Os dejo con algunos consejos de mi experiencia personal. En realidad, todo esto sigue siendo un desafío para mí, pero… ¡yo sé que me han ayudan!:

Crea una intención: cambiar rutinas o crear nuevos hábitos no suele ser una tarea fácil y rápidamente volvemos a nuestros patrones. Crear una intención (en este caso para mis vacaciones) me ayuda a salir del piloto automático y a crear tiempo y espacio para lo que considero importante y prioritario. La intención (¡que debe reflejar ese hacer bien que anhelas!) debe estar siempre más relacionada contigo y tu forma de reaccionar que con las expectativas sobre los demás. Esta intención puede ser diferente para cada uno: cuidarme, conectar más con los demás, tener momentos de serenidad, evitar ambientes tóxicos, ganar más energía… Mi invitación es que escribas tu intención en algún lugar donde puedas revisarla fácilmente y te sirva como un «faro» para estos días.

Desconecta del trabajo y la tecnología. El consejo es directo y claro. Aunque a veces no sea fácil, siempre es posible (y fundamental) hacer algo. Si puedes, evita conectar con el trabajo. Fija límites para ti y comunícalos a los demás. Revisa tu correo electrónico solo una vez a la semana. Activa el «fuera de la oficina». Responde a mensajes o correos electrónicos que indiquen «urgencia». Mi consejo es que aproveches estos días también para crear una conexión más humana y menos tecnológica, estableciendo límites en el contacto con las pantallas: ordenador, televisión y redes sociales. Incluso te animo a que invites a quienes están contigo a hacer lo mismo, con humor, desde el juego. Aún así, no te rindas en tu propósito incluso si otros no te siguen.

Reserva tiempo para ti y para el autocuidado. Reflexiona sobre lo que te da energía y te hace sentir bien (con la ayuda de un ejercicio de diario, por ejemplo) e intégralo a tu vida diaria. Aunque tengas que ponerlo en la agenda. Te confieso que yo lo hago. Puede ser desde ir a tomar un café con un amigo, dormir más horas, dar un paseo, repartir tareas, caminar por la playa solo, escuchar música… lo que sea. Puede ser un día entero o tan sólo 15 minutos al día. Comienza como puedas. Te ayudará reconocer que cuando no estamos bien, tampoco vamos a estar bien con los demás.

Practicar la gratitud. Entre tanto desafío y contratiempo, el período de vacaciones puede y debe ayudar a equilibrar y despertar el sentir de gratitud. Mi consejo es que la practiques conscientemente, desde voluntad. Quizás a través de la meditación. O escribiendo cada días esas 3 cosas por las que estás agradecido. Sin dudarlo, practicar la gratitud es una forma de cultivar la resiliencia y sentirte mejor.

Medita. En postura de loto, sentado en una silla o caminando. Con la ayuda de audios de meditación guiada o en puro silencio. Durante 5 minutos o durante 40… Ofrécete tiempo y espacio para sentirte a ti mismo. Sea lo que seas. Con curiosidad, amabilidad y sin juicio.

Cultiva la presencia. Aprovecha todas las oportunidades que te ofrece el día para estar presente contigo y practicar mindfulness de forma integrada. Siente tu cuerpo y todas sus sensaciones cuando te sumerges en el agua del mar o del río. O cuando sales del agua y sientes el calor en tu piel. Usa todos tus sentidos para saborear la rodaja de sandía o el pastel. Escucha con atención, desde la calma, a la persona que te está hablando. Aprecia la belleza de tu hijo dormido o la mano arrugada de tu madre mayor. Juega a que sientes por primera vez el olor de los pinos o el sonido de las olas del mar y déjate asombrar…

Déjalo fluir. Marca la intención, elige practicar y luego, abandona todas las expectativas. Esto es quizás lo más importante. ¡Y para las vacaciones solemos crear muchas! El día a día ya es planificación, exigencias, lista de cosas por hacer y, desgraciadamente, sentir de culpa por no hacer lo que creemos que tenemos que hacer. Detenerse, respirar y recordar tu intención. Esto, así de simple, ya puede transformar la experiencia de cada momento.

Como dijo el maestro zen Suzuki Roshi: «Lo más importante es recordar lo que es más importante».

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