Un cervatillo, muy temprano en su vida, notó un olor celestial en el aire. Embriagado por ese aroma divino, se dispuso a encontrar su origen.
Buscó y buscó sin descanso. Buscó en las profundidades de cada bosque, olfateando alrededor de cada árbol y de cada brizna de hierba. Pero no pudo descubrir de dónde venía este olor embriagador.
Sin embargo, mantuvo su determinación de buscar y buscar porque el aroma era tan glorioso que sabía que sería profundamente feliz cuando lo encontrara. encontrara.
Así fue como pasó toda su vida, buscando. Un día, exhausto, cayó al suelo del bosque. Mientras caía, uno de sus cuernos perforó su propio vientre. De repente, el aire se inundó abrumadoramente con este divino aroma celestial. Después de toda una vida de búsqueda, en los momentos finales de su preciosa vida, se dio cuenta de que el olor provenía de él desde el principio.